miércoles, julio 6

La Esquina


“Maldita lluvia”, pensó el Chente.
“Maldita junta”, pensó el Güero. “Voy tarde”.
“Maldita vieja”, pensó el Richi. “¡Hasta que se fue! No me dejaba cerrar.”
Sonó el teléfono de los abarrotes, pero Ricardo no contestó. “Ya no estoy. No molesten. Ya me fui”. Cerró la cortina con enojo.
“El pavimento está mojado”, avisó Vicente por la radio de su tráiler. El vehículo, por supuesto, no era de su propiedad, pero él lo conducía, así que, al menos a ratos, era suyo.
“Lizárraga”, contestó Eduardo. Él no se andaba con babosadas como “Bueno” o “¿Quién habla?”: no tenía tiempo. Nunca tenía tiempo que perder. “Ah, eres tú, mi vida… Sí, ya estoy de camino. Ya sabes, el tarado de mi jefe y su juntitis. ¡Siempre sale con alguna tontería!”
El Richi cruzó la calle y se subió al micro. A una cuadra y media se veía el vehículo del Chente, quien refunfuñaba contra el tráfico aunque casi no había coches.
El Güero no vio a nadie, o no se fijó por estar pendiente de la llamada, así que se pasó el alto. Tampoco escuchó el bocinazo de aviso de Vicente. Aceleró.
El Chente volanteó y alcanzó a evadir la camioneta roja. Ricardo, ocupado con su música, tampoco escuchó el claxon ni vio al tráiler chocar contra sus abarrotes “La esquina”.
Cuando Vicente se bajó, más asustado que furioso, alcanzó a ver al Güero dándose a la fuga como si nada. Entonces sí se enojó.

miércoles, junio 29

Ahorcado


Había algo extraño. El doctor Camarena Robles lo notó tan pronto como vio el cadáver. Evidentemente no era un suicidio, como creía el sargento García, pero el perito no dijo nada.
Lo dejó revisar las pertenencias de la víctima. Un encendedor y nada más. No había cartera ni identificación. Ni camisa, sólo manchas de sangre en la camiseta blanca y el pantalón de mezclilla deslavada.
También en el suelo, muy cerca del occiso, había sangre. Y más arriba, en la pared, como a dos metros y medio del suelo.
-Nadie se suicida así. No en un edificio abandonado. No en un picadero –se atrevió finalmente a hablar-. Y menos tan a la vista.
-Después de tantos años –respondió García-, ya nada me sorprende. Usted tampoco debería verlo tan extraño, doc.
-Mire el cuerpo, sargento: los pies están apoyados en el suelo y las piernas dobladas. Y las manos por dentro del lazo hecho con el cinturón. Así no se ahorca uno, más que por error.
García observó nuevamente los restos y miró expectante al perito.
-Pa’ mí que lo tiraron desde allá –señaló hacia el primer piso del edificio abandonado-. O se cayó. Pero yo creo que lo tiraron y luego trataron de simular un suicidio.
-Y dígame, doc, ¿cuál sería el móvil del asesinato?
-Eso, sargento, le corresponde averiguarlo a usted.
El inquisitivo cerebro de García comenzó a girar, barajando posibilidades. ¿Celos? ¿Robo? ¿Drogas? ¿Una mezcla de todas ellas? Odiaba los acertijos, incluso las adivinanzas y los colmos que contaban sus hijos.
Se encaminó a entrevistar a los vecinos con una idea fija en la mente: encontrar quién confirmara que fue suicidio y cerrar el caso de una vez. Pero la respuesta fue siempre la misma: nadie lo conocía, no era de por allí, nadie vio cuando lo mataron.
Y, para colmo, era el segundo muerto que aparecía ahí en lo que iba del año. Ya incluso habían pedido la demolición del inmueble pues ahí se reunían extraños a consumir alcohol y drogas. Nadie en su sano juicio se acercaba de noche.
-Drogas. Cosa de deudas entre narcomenudistas. Ya lo dijo el comandante: la mayoría de los asesinatos del país se deben a las malditas drogas –pensó en voz alta.
-¿Y por qué disfrazarlo de suicidio? Esto fue algo más doméstico. Una venganza, quizá. Tal vez el amante de su mujer…
-¡Qué imaginación la suya, doctor! Debería escribir telenovelas…

martes, junio 14

El poder de la voz


-¡Óyeme, Quelel! Estas chingaderas no se hacen. Le voy a decir a tu jefe en qué andas metido, cabrón.
-Ese güey no se va a quedar callado…
Aarón se preciaba de ser un hombre derecho, honesto, y de hablar siempre a calzón quitado. No lo pensó dos veces cuando identificó a sus vecinos que salían de asaltar una mercería.
Ahí mismo, en la esquina de Temixco y La Venta, antes que pudieran escapar, los señaló con un dedo acusador. Felipe de Jesús se puso nervioso y volteó a ver a Miguel Ángel. De hecho, los tres cómplices estaban viendo al Quelel, que se había puesto pálido.
-… tienen que callarlo.
Regresaron. Miguel Ángel le disparó toda la carga de su arma y huyeron, pero ya era tarde: un arresto los esperaba gracias a que Aarón no se quedó callado y, con todo el poder de su voz, gritó.

sábado, junio 11

Tercera encuesta: Resultados

La tercera encuesta está cerrada. Esta vez los resultados son menos contundentes y más difíciles de interpretar que en las encuestas anteriores. El relato que ha sido preferido por los votantes ha sido “Suicidio” ganó por 3:1 a los tres relatos que empataron en segundo lugar: “Pan para el desayuno”, “Pánico” y “No volveré”.

Los resultados:
Suicidio: 75%
Pan para el desayuno: 25%
Pánico: 25%
No volveré: 25%
La culpa: 0%
Blindado: 0%
El Búlgaro: 0%
(Verán que el total suma más de 100%. Supongo que es debido a que había la opción de elegir más de una respuesta.)

Sin embargo, “Suicidio” no es la entrada de la muestra con más comentarios (esa fue “Pánico”) ni la entrada con más visitantes (esa fue “Blindado”, que tuvo un 61% más visitas). Como verán, los datos parecen inconsistentes y difíciles de interpretar. Quizá se deba a que esta vez hubo poca participación. Quién sabe.

Por lo pronto, la próxima encuesta será acerca de qué les gusta de estos relatos. Pero todavía no tengo del todo claras las categorías que voy a poner… Ya les avisaré.

Gracias a los que votaron.

Post Scriptum

Ya está la nueva encuesta, para que voten ¿Qué es lo que te gusta de los relatos de Ficción Escarlata?. Está en el margen de la derecha, aunque cuesta algo de trabajo verla (no he logrado ajustar la letra).
Las categorías son: “Que presentan realidades sociales”, “Que las historias tienen fuerza”, “Que están escritos de manera sencilla y directa”, “El realismo”, “Que es la nota roja”, “El morbo, las muertes…”, “El suspenso”, “La brevedad”, “Que la narración no está hecha con morbo, es sutil”. Todas ellas están tomadas de sus comentarios (aquí mismo o en otros medios, como Twitter y Facebook). Se puede marcar más de una.

jueves, junio 9

Responsabilidad

Yo la amaba. La Yara era todo para mí, pero no me tenía respeto.
Hace siete años nos conocimos. No fue una historia romántica, de esas que uno se siente orgulloso de contar. Nos conocimos en la granja. Ninguno de los dos quería estar ahí, por supuesto. Nadie quiere, pero las drogas son bien canijas y te hacen hacer muchas pendejadas.
Eso sí, las pendejadas las haces tú solito y tú solito eres responsable de lo que hiciste. Eso me lo enseñó la Yara. Nos caímos bien y nos gustamos desde el comienzo. Y me enseñó muchas cosas…
Total, que se lo pido y que nos casamos. Y me dio tres hijas. Por ellas cuatro yo trataba de mantenerme limpio. Es una guerra permanente contra ti mismo, una guerra que no puedes ganar, sólo seguir peleando.
Con el tiempo empecé a ver las señales. ¿Y si mis hijas no eran mis hijas? Le di muchas vueltas al asunto, pero a final de cuentas no importaba: no es culpa de ellas y las iba a querer igual que antes. Pero a Yara no la podría perdonar.
Un día me ganaron los celos y le pegué. Ella entendió, siempre entendía mis pendejadas, sin importar cuántas veces lo volviera a hacer. De todas formas un día fue y me denunció por violencia familiar. Yo creo que fue su mamá la que le lavó el cerebro con su rollo barato ese de la autoestima y no dejarse ni del marido.
Pinche vieja. Se me hace que está amargada porque ella no supo cuidar a su hombre. Quesque se divorció de él por alcohólico. Eso dice ella.
Cuando la vi que nos iba a acompañar a la Procu para la comparecencia , me enojé. Y más porque traía a las niñas. Traté de hablar con la Yara, pero me dio la espalda y ya no me pude aguantar.
La apuñalé por la espalda. Maté a la Yara, mi Yara, delante de las niñas. Yo solito la maté, yo solito soy responsable. Ella me lo enseñó.

martes, junio 7

Olé


Ya están aquí los toreros muertos,
ya están aquí muertos, muertos.

Beto no sabía de poemas, ni conocía a García Lorca: “Lo demás era muerte y sólo muerte / a las cinco de la tarde”. Él era roquero y esas joterías no iban con él.
A los Toreros Muertos sí los conocía, pero prefería mil veces a Korn. Claro que jamás lo decía, porque su mamá odiaba ese “escándalo”. Su mamá que estaba ahora tirada en plena calle.
De haber visto a su madre ahí gimiendo en el piso, jamás hubiera pensado “no quiero que le tapen la cara con pañuelos / para que se acostumbre con la muerte que lleva”. Afortunadamente, ella no estaba muerta, ni en agonía, ni era su sangre la que serpenteaba por el piso. A ella la habían atropellado nada más.
Alberto y su mamá no esperaron el verde y cruzaron a la Viva México. El dueño de la pick up no se detuvo: aceleró, tocó el claxon y trató de frenar de último momento. No hubo manera. Les pegó a ambos, que tampoco lograron torear la camioneta.
Ella, tirada, atentida por los paramédicos, lo miraba a él, que nunca lo hubiera pensado pero que le quedaban perfectamente aquellos versos:
Pero ya duerme sin fin.
Ya los musgos y la hierba
abren con dedos seguros
la flor de su calavera.
Él, rockero, no pensará jamás algo así. Ni nada más.

sábado, junio 4

Segunda encuesta: resultados

La primera encuesta está cerrada. Y, otra vez, los resultados son contundentes: el diseño de este blog no está funcionando. La votación quedó 4 a 1 a favor de cambiarlo. Y la mayoría de esos votos fue en pro de cambiarlo debido a que dificulta la lectura.
Por ende, el diseño va a cambiar. Estamos esperando la nueva imagen de fundo que nos está diseñando Néstor Maldonado; en cuanto llegue, habrá un cambio radical de diseño. Por ahora, voy a tratar de ajustar el tamaño y color de letra para favorecer la legibilidad del blog.

Los resultados:
Sí: cuesta trabajo leerlo: 78%
Sí: no me gustan los colores o el fondo: 7%
No: así me gusta: 14%
No: déjalo como está porque es tu blog: 7%
(Verán que el total suma más de 100%. Supongo que es debido a que había la opción de elegir más de una respuesta y hubo alguien que seleccionó dos opciones, pues se registraron 15 opciones seleccionadas en 14 votos.)

Gracias a los que votaron, y va la siguiente encuesta, que será sobre cuál ha sido su ficción favorita hasta el momento.

Pst Scriptum
He realizado algunos cambios en el diseño que, creo, mejoran la legibilidad aunque "cargan" un poco más la imagen general, y, en mi opinión, el texto se ve como una "plasta" en medio pero se lee mejor. Y lo que más importa es que ustedes lean con comodidad. Por favor avísenme si los cambios funcionan para ustedes.

viernes, junio 3

El Búlgaro

A Shaula
lo prometido es deuda,
y las deudas se pagan.
Al menos, yo las pago...


Ay, m’ijo, a pesar de que tú me dijiste no quería creer lo que le pasó a tu hermano, así que fui a verlo con mis propios ojitos. Tu esposa insistió en acompañarme: no me quería dejar sola. Perdón por hacerla ver eso.
Ahí estaba, tirado en el piso, boca arriba, con la sudadera llena de sangre y la cara manchada. Dicen los de la ASE que le dispararon en la panza y en el pecho y, ya que lo habían bajado, le dieron el tiro de gracia.
Yo se lo dije tantas veces: el que a hierro mata, a hierro muere. Y ahí está… Pero era mi hijo; seguía siendo mi hijo aunque tu papá lo desconoció después de lo del viejito ese que se resistió. Tiene razón: hay cosas que no se hacen ni aunque uno sea matón. ¡Hasta entre las ratas hay clases!
Pero se pasó con eso de negarle hasta el apellido. Ahora no podemos reclamar el cadáver y velarlo y sepultarlo como Dios manda porque no podemos dar su nombre. Se irá derechito al Infierno con el apodo de El Búlgaro.
Dizque lo mataron por deudas. Dicen que le debía lana a otros vendedores. Si era así, ¿por qué cubrirlo con una cobija? Lo que él debía eran vidas, ya ves que todo lo quería resolver a balazos.
A mí se me hace que lo mandó matar la vieja argüendera esa que lo denunció. ¿Sí te acuerdas de ella? La que desistió de la denuncia cuando tu hermano la amenazó con secuestrar a su familia. Yo también me hubiera rajado.
Pero, sea lo que sea, era mi hijo y no puedo dejar las cosas así. Su sangre me llama. Voy a averiguar quién fue, y entonces…
–Usted quédese tranquila, Amá. No se meta. No se manche de sangre. No se condene también… Yo ya sé quién fue.

miércoles, junio 1

Suicidio

¿Que cuál es mi historia? Mira, yo me suicidé. Clásico que porque mi novio me cortó.
Pero eso no fue lo que me dolió más. Fue que me dijera… que me tachara de zorra, aunque usó palabras más feas. Nomás porque besé a su amigo del alma, según él. ¡Si casi ni se hablaban!
Y me recordó también cuando lo de Luis. Y lo de Paquito. No, no me mires así: todos cometemos errores, ¿no?
El caso es que mi Lalito adorado no sólo me terminó, además me humilló. ¡Y en público! O sea, goei, delante de toda la escuela y sus amigotes. Y de la b-i-t-c-h de Rauqel. Me quise morir. Literal.
Así que eso hice: me suicidé. Le escribí un mail de despedida diciéndole que, a pesar de cómo me lastimó, lo seguía amando y mi corazón roto en mil cachitos no podía vivir sin él. A mis papás les dejé una carta pidiéndoles perdón. También dejé una nota, como se hace en las películas; ya sabes, todo el rollo ese de no se culpe a nadie, etecé.
Y salté por la ventana. Seis pisos. Como es evidente, no me morí. ¡Qué oso! Ni eso puedo hacer bien. Pero, al menos, tengo muchos huesos rotos que presumir. Y Lalo me vino a ver al hospital. Ya volvimos…

lunes, mayo 30

No volveré

Pedro tenía un ataque de pánico. Intentó respirar hondo para tranquilizarse. No lo agarrarían vivo. Estaba dispuesto a vender caro el pellejo.
Recordó la vida en la prisión, si es que se le puede llamar vida a estar enjaulado como animal de zoológico. No, peor: a los animales los alimentan bien y no los hacinan de esa manera.
Recordó a sus compañeros de celda. A todos ellos. Y los pleitos, las golpizas y todas las vejaciones que sufrió a pesar de haber estado ahí apenas unos días.
Sintió que el miedo volvía a reptar por su pecho. De ninguna manera iba a regresar. Primero muerto.
Pero, ¿y ella?
–Oye, Lupe –le dijo, aunque sabía que La Lupe tenía otro nombre–, tenemos que hablar.
–¿Qué pasa, mi Píter?
–Ya nos cargó la chingada. Esta bodega no tiene salida y la tira no tarda en entrar.
–Pero traes la pistola…
–Tarde o temprano van a entrar… ¡Pero a mí no me agarran con vida! ¡Yo no vuelvo allá!
–Yo no tengo el valor, Pedro–La Lupe se le abrazó temblando.
Sentirla así, asistada, desvalida, perdida le dio tanta rabia… ¡y lo que le harían antes siquiera de llegar al MP!
–Te quiero, Lupe.
Ella sonrió aliviada.
Pedro le disparó. Rezó brevemente por el descanso eterno de esa alma querida, imploró perdón a Dios y, con el nombre de la Virgen en los labios, se suicidó.

sábado, mayo 28

Primera encuesta: resultados

La primera encuesta está cerrada. Y los resultados son contundentes: el nombre de este blog permanecerá inalterado como “Ficción Escarlata”, y asociado a la lista #FicciónEscarlata en Twitter.
Honor a quien honor merece: fue una excelente recomendación de Tania Valladares, y la votación lo muestra sin lugar a dudas. ¡12 veces más votos que el segundo lugar!

Los resultados:
Ficción escarlata: 85%
Ficción en escarlata: 7%
Ficciones escarlata: 3%
Ficciones en escarlata: 3%

Gracias a los que votaron, y va la siguiente encuesta, que será sobre el diseño del blog.

viernes, mayo 27

Pánico


–Pinche negro, ven acá.
–¿Qué estás haciendo aquí a estas horas?
–Vine a visitar a mi mujer por el día de las madres.
–¡No te creo ni madres!
–Pero es cierto. Voy saliendo de ver a mi esposa y mi niña, aquí en…
–¡Cállate, negro ratero!
–Estabas aquí asaltando. Y nos vas a dar el 50%.
–Pero, oficial, le juro que yo…
No pudo acabar la frase: un golpe le cerró la boca. Los vecinos miraban horrorizados desde la ventana, pero nadie se atrevió a hacer nada. Sólo uno corrió a avisarle a Luvina que estaban golpeando a su marido.
Isaac quedó tendido en el suelo tras la paliza que le habían dado entre varios policías, antes de robarle las escasas pertenencias que traía encima. Su esposa corrió a su lado, temiendo lo peor, pero estaba vivo.
Alguien llamó a la ambulancia. Isaac reaccionó con el sonido de la sirena. Temblaba. Los paramédicos se acercaron para atenderlo. Abrió un ojo desorientado. Abrió el otro, asustado. Con un grito de pánico se puso en pie y corrió. En Tlalpan lo atropellaron.
Esta vez, cuando el paramédico, cauteloso, se acercó, Isaac no temblaba.
Días después, los forenses habrán descartado que Isaac hubiera consumido drogas esa noche. Pero declararán que Isaac murió por un traumatismo en la cabeza y no podrán determinar si en verdad fue golpeado antes de ser arrollado.
La Procuraduría exculpará a los policías por la muerte de Isaac aunque “estudiará” consignar a algunos de ellos por lesiones y abuso de autoridad. Ellos se defenderán diciendo que no lo atacaron, sino que lo intentaron ayudar y se lastimó el mismo.
Pero hoy apenas se están llevando el cadáver al Semefo.
–Alcancé a ver la patrulla 73003 y a cuatro policías golpeando brutalmente a mi marido. Huyeron cuando bajamos–dijo, furiosa y dolida, Ludivina mientras recordaba lo sucedido, y la celebración del día de las madres: los tres abrazados, la niña sentada en las piernas de Isaac, la pizza y las sonrisas. Y que ya no lo volverían a ver.

miércoles, mayo 25

Blindado


La camioneta de Antonio estaba blindada porque su dueño era medio paranoico. Todo el tiempo sentía que lo iban a asaltar.
La verdad es que ya lo habían asaltado varias veces. “Gajes del oficio”, decía levantando los hombros como si nada. Su rostro parecía un lago sin viento ni una onda en la superficie.
En realidad no estaba tan tranquilo como mostraba su exterior. Al manejar evitaba las calles pequeñas y los semáforos. Si podía, se pasaba los altos para que no lo fueran a asaltar al pararse. Todos los días modificaba su ruta, por si los secuestradores lo estaban esperando.
El lunes pasado tomó Río de la Piedad. Adelante de él, un tráiler hacía maniobras sospechosas. “me quiere detener”, pensó Antonio con el presentimiento de un asalto. “No va a poder”. Aceleró.
El conductor (41 años, barrigón y somnoliento a esas horas) no le prestaba la más mínima atención: estaba concentrado en evitar atascarse con un puente demasiado bajo. Metió reversa.
Enrique no vio la Grand Cherokee blindada que se precipitaba enloquecida contra su remolque. Tampoco escuchó el ruido de vidrios rotos y metal torcido. Sólo el altavoz de una patrulla que le avisó demasiado tarde.